UN AGRADABLE PASEO

Una salida de pesca no es nada más que otra nueva aventura en la naturaleza, que me da una y otra vez la oportunidad de disfrutar de nuevo con mi amigo, el río y todas las criaturas que habitan dentro y fuera de él. El río natural con su paisaje fluvial, sus árboles, sus piedras milenarias y su murmullo constante, es algo tan hermoso y ancestral que me cautiva y me tiene fascinado desde niño. Cada canto rodado es para mí una obra inigualable de la naturaleza, cada piedra saliente es un refugio en la corriente para un pez, cada poza un misterio. Aguas impenetrables a la vista del ser humano, corrientes invadeables, árboles con sus ramas mecidas dulcemente por el agua, seres vivos que aparecen y desaparecen casi mágicos como sombras vivas y fugaces, huellas de grandes y pequeños animales que frecuentan las orillas…es fantástico…y es gratis, solo hay que andar despacio, mirar, observar y no dejar de hacerlo porque cuando te acostumbras es un ejercicio mental y espiritual fantástico. Es un espectáculo ciertamente hermoso y sublime.

En verano cantan los ruiseñores y resulta increíble la cantidad de estos pájaros insectívoros que habitan cerca de cualquier corriente y en todos los ambientes fluviales. Tienen un plumaje muy discreto, de un color pardo oliváceo con el que se camuflan perfectamente entre la maleza ya sea arbórea o arbustiva. Morfológicamente es un ave de lo más corriente y de tamaño similar a un gorrión, pero con una cabeza mayor. Lo más fascinante de esta pequeña ave, es que se trata de un pájaro extremadamente cantor, el más melódico y de un reparto musical finísimo y muy delicado. El ruiseñor es el tono, la melodía y la armonía. Ningún pájaro es capaz de cantar con la suavidad y la belleza, con la que cuenta nuestro discreto y sencillo amigo. Canta como una flauta transversa y lo hace durante horas, que se prolongan hasta la noche y la madrugada. A veces me pregunto si este pájaro duerme.

Algunas veces cuando lo oigo muy cerca, dejo de pescar y me dedico a escudriñar la maleza con la intención de descubrirlo como hacía cuando era niño. Cantan siempre cuando llega el verano que es cuando vienen a nuestras latitudes en migración desde África. Curiosamente como todas las cosas extraordinariamente bellas no es un pájaro vistoso, pero su fragilidad y su delicadísimo y dulce canto lo hacen un ave bellísima y sanamente misteriosa. El ruiseñor no puede ser encarcelado en una jaula, (como desgraciadamente se hace con otros pájaros), de lo contrario deja de cantar, enferma y muere. Es un pájaro nacido para alegrar con su excelso repertorio melódico, la existencia de unos seres que a veces nos comportamos con humanidad; para vivir libre y para marcharse cuando quiera a otras latitudes más cálidas cuando el tiempo lo aconseje. En dos palabras lo describiría como un ave solitaria y feliz.

La mayoría de mis salidas de pesca son para alimentar mi espíritu y fortalecer mi alma; los peces son del río y vienen por añadidura. No son mis rivales ni un animal cualquiera, son unas criaturas que viven en un ambiente diferente y de costumbres enigmáticas, de esas que cuando crees que las sabes ya se encargan de demostrarte lo contrario, derrumbando en parte o en la totalidad la teoría que había creído imbatible. El poder lanzar con una caña de mosca y convencer a uno solo para que coja la artificial es un acto tan bello y un ejercicio tan sano y bueno que es capaz de continuar llenando mi espíritu de felicidad y alegría insospechadas por el profano en pesca. Esto y el paseo, un largo y agradable paseo por el río, contemplando todo aquello que vive y mora en él, desde las ramas mecidas del viejo sauce, a los sonidos del agua al correr corriente saltando entre las piedras, y los animales que van surgiendo curiosos y que yo interpreto como agradables y fugaces visitas.

Al volver al coche mi cabeza está llena de pensamientos hermosos y sanos, de preguntas sobre lo que he visto y vivido, y volviendo por el mismo sendero casi a oscuras no siento ningún miedo, solo paz y una sensación latente de haber llenado mi espíritu y mi alma de algo maravilloso e impagable como es caminar por la orilla del río con una caña de mosca.

El humilde y excepcional ruiseñor sigue acompañándome en mi regreso a casa. Con los cristales de las ventanas del automóvil abiertos para sentir el aire refrescante de la noche en verano, sigo oyendo cantos de ruiseñor, mientras mi viejo coche va tomando las curvas de una carretera oscura y boscosa. El excepcional barítono de voz aflautada es un ave inigualable y un compañero melódico, casi invisible.

 

~ Carles V.

 

 

 

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